NUEVA PROPUESTA:


POEMAS FELICES

martes, 29 de septiembre de 2009

EL BOSQUE- Un plagio Alfred Elton Van Vogt





El Bosque

Hacía años que el hombre había abandonado el planeta, el bosque tenía una vaga memoria de él. La imagen se avivó cuando la pesada nave surcó el cielo. Tuvo plena conciencia que algo malo iba a pasarle, pero el recuerdo no se presentó de inmediato, recién cuando las primeras ramas se quebraron y el fuego de la nave comenzó el incendio, supo que el cohete ya había estado en él.
Tras años de crecimiento y aprendizaje, comenzó a apagar el incendio, hizo fluir cantidades enormes de sabia y controló la cicatriz ígnea de más de tres kilómetros de longitud, hasta el lugar en que la nave se detuvo
Su rabia fue en aumento y deseó aplastar a su agresor. Desarrolló raíces y ramas, para atraparla desde arriba y abajo, aumentó el tamaño de sus troncos estiró ramas; comenzó a encerrarla y a aplastar el duro metal.
La nave escupió fuego en todas direcciones, quemó y destruyó hasta más de cincuenta metros a su alrededor, el bosque enceguecido de rabia, miedo y dolor, empleó todas sus fuerzas en apagar y curar su cuerpo dañado.
Supo que hacer, en lo más profundo de sus raíces encontró una partícula, de un mineral impuro, la tomó y la hizo circular con su sabia, esta se unió a otra y a otra, en poco tiempo toneladas de mineral se fueron acumulando en torno a la nave. Las escotillas se abrieron y los hombres con rajes y escafandras salieron con sus enormes aspiradoras y en unas horas se llevaron su precioso cargamento de uranio 235.
Feliz de verse libre del intruso, acumuló el material brillante para tenerlo en reserva para cuando el mal regresara, el resultado fue previsible. Un a nube en forma de hongo destruyo una vasta zona de él mismo, y comprendió.
En su crecimiento sin límites, se encontró con un bosque que, al igual que él se estaba expandiendo, la lucha de raíces troncos y ramas, duró años. Hoy se encontraban en una tensa paz vigilante. Lo mismo le ocurrió cuando creció en sentido contrario y con otros bosques tuvo que luchar para conquistar nuevos territorios. Ahora sabía lo que tenía que hacer, en la frontera con el otro bosque acumuló aquel mineral y la explosión causó la destrucción de la línea de defensa, la colonizó y avanzó hasta encontrar una nueva resistencia, una nueva explosión le abrió el camino, continuó creciendo hasta que llegó al centro sensitivo del otro y lo destruyó por completo.
Entonces dirigió su ofensiva hacia el bosque de la otra frontera, repitió la explosión y avanzó, encontró resistencia y antes que pudiera acumular suficiente mineral un hongo de humo y fuego lo atacó. La explosión atómica del otro bosque, no la esperaba. Lucharon con explosiones atómicas hasta quedar casi destruidos los dos.
Sus victorias actuales se limitaban a rodear las naves de los hombres con el material brillante para librarse del agresor.

lunes, 28 de septiembre de 2009

DOMINGO A LA URUGUAYA (según Marple)





    El Toto se abalanza sobre  la Gladys que está rellenando una torta con dulce de leche  , la acorrala contra la heladera, y le dice con su mejor sonrisa seductora, a saber:
El Toto - Atrevete a afirmar que no soy flor de marido
La Gladys  - Vos sos el marido más mejor del barrio. .
El Toto -Más todavía.
 La Gladys - Sos el mejor marido del mundo y todas las vecinas me miran  verdes de envidia.
 El Toto - Atrevete a decir que te falta algo .
La Gladys - Negro!!! me regalaste la tele de 32 pulgadas, y te gastaste un platal en la excursión a las Termas.
 El Toto - Atrevete a decir si alguna vez en la cama contigo  he tenido mal olor en las medias, dale!
 La Gladys – Pero..te he dicho mil veces que me enloquecés con tu colonia Dotorselvy. 
Mierda. La vida es una mierda!!!-piensa cabizbajo el Toto-¿y ahora cómo le digo  a ésta que no voy al cumpleaños de mi suegra y me quedo mirando el Clásico?

Marple

El cuento plagiado es "Cóndor y cronopio" de Julio Cortázar


    Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia, a saber: Cóndor.-Atrévete a afirmar que no soy hermoso. Cronopio.-Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca. Cóndor.-Más todavía. Cronopio.-Usted es más hermoso que el ave del paraíso. Cóndor.-Atrévete a decir que no vuelo alto. Cronopio.-Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico. Cóndor.-Atrévete a decir que huelo mal. Cronopio.-Usted huele mejor que un litro entero de colonia jean-Marie Farina. Cóndor.-Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle un picotazo.


Imagen:
  
http://inusitatus.blogtv.com.mx/2008/02/13/hombre-pasa-29-horas-asistiendo-tv




viernes, 25 de septiembre de 2009

De SANTIAGO V. Cuento al estilo de Borges.


viernes 25 de septiembre de 2009



Con esto espero poder participar en la cofradia (cuento al estilo de Borges)


No intentare esforzarme ahora en dar veracidad a lo que detallare, tras años de desveladas conjeturas he aprendido que algo llamado increible debe ser, por cierto, demasiado infrecuente como para ser entendido propiamente, asi que solo referiré la historia, y con vagas acotaciones, promoveré el entendimiento de mi zozobra.

No hay una palabra –o al menos yo no la conozco– que describa la propiedad de morir sin haber nacido. No, no hay. Si se conocen diversos términos para lo opuesto, para nacer y ser incapaz de morir. Yo no he dado en inventar una para llamar a este hombre que, inusitadamente, murió sin haber nacido.

El hecho sucedió, yo no sé bien cuando. Talvez no contara aun los treinta que ahora, desde mis ochenta, comprendo malgastados.

Alrededor de 1890, en esa década, cuando Matilde y yo aun paseábamos y nos tomábamos de las manos y nos hablábamos y nos reíamos, un dolor extraño nos acometió, una congoja insólita ganándonos como el humo al aire. Pronto supimos qué era; el dolor de haber perdido a alguien querido y cercano. Enseguida nos sobrevino la molestia de la incógnita, del desconocimiento. Los dos, en mutua confidencia, nos hablábamos de aquel sufrimiento y nos consolábamos si alguno recordaba –sin recordar– alguna actividad realizada con él que despertara la melancolía.

Es imposible comunicar lo que vivimos, en una dulce cofradía, nos consagramos en impensadas catarsis a llorar por una perdida incomprendida.

Desde que sentimos aquella pena impertinente hasta que decidimos actuar para calmarla, habrán pasado cuatro días. Cuatro días de molesto desconcierto, que no nos dejaba vislumbrar que nuestra soledad aumentaba el dolor.


No nos pareció muy insolente ir a velorios para comprobar si el contenido del féretro nos era familiar, no nos importo otra lectura que la de los obituarios, no nos fatigo inquirir a nuestros allegados sobre este dolor. Todo hicimos, en vano, la empresa fracasó.

Durante aproximadamente un año continué con aquel rutinario fervor, que se mantenía vivo en mí, por encontrar a ese hombre cuya muerte me dolía. Pero no en Matilde. Pronto me di cuenta de que ella ya lo había superado, y me había dejado atrás, batallando con la locura. Matilde me dejó. Ignoro cuanto tiempo pasó para que se relacionara con él. No importa, lo único vigente es su desaparición. Yo proseguí con aquella búsqueda, tres años enteros dedique a encontrar al hombre. A aquel ente que posteriormente descubrí mujer. Asi es. Al finalizar el tercer año leí todos los obituarios de todos los diarios de todo el mundo que se publicaron por aquellos días de la aparición de mi angustia, visite todas las tumbas de las Américas, y en una, en Canadá, encontré el nombre. Grace Louis Norton. El nombre me inquieto, primero porque no parecía canadiense, segundo, porque lo percibí fraterno, conocido, y por último que Grace era, también, el nombre de mi bisabuela (que había nacido en Estados Unidos.

Pronto investigue su vida, leí todo lo que figuraba sobre ella, que era media hoja en un diario de hacia cuatro años. Una noticia mencionaba sobre su espectacular muerte. En un accidente de transito Grace, de doce años, había quedado atrapada bajo un auto, que la estrello mientras caminaba sola por el sendero lateral a la carretera. Me reproche no haberla encontrado antes, no supe bien si hubiera querido salvarla o no, lo importante era haber estado durante su muerte.

Desde Canadá me pregunte si debía avisarle a Matilde. Solo cuando atravesaba a pie México la llame. Sentí el tono de marcar exhausto, cansado de mí, y de repente la voz hablo:


_¿Hola?


_...hola –dije, sin esperanzas.


_¿Qué?


_Se llamaba Grace. Era mujer.


_... –sentí una profunda exclamación en sus ideas, como si despertaran indóciles.


_Pensé... si querías, podríamos vernos.


_Lo pensaré. Después te llamo.


Colgó sin esperar mi palabra de despedida. Bajo esa desconsideración, acerté la idea de que nunca más hablaría con ella. Y eso me dolió.


No recuerdo bien lo que hice después. Talvez hayan pasado meses para que volviera a mi casa, talvez días. Lo único seguro es que encontrar ese nombre significaba mi cese definitivo, o bajo otra perspectiva; mi nueva vida. Había perdido vastos años en aquella empresa loca, ahora me encontraba libre, pero me sentías mas preso que nunca. Preso de la inercia, de la inacción; ahora que la había encontrado, no tenía otra cosa que hacer. No tenía que trabajar, porque mi padre me había heredado una cantidad considerable que, habiéndole gastado casi una sexta parte en las investigaciones, igual permanecía amplia.


No concebía ninguna recreación posible para mí, ningún arte para estudiar o ejercer, ninguna aventura que me sacara de aquel estado. Solo viví el ocio, asceta como nunca fui, perdure porque ni la muerte me seducía.


Algunos años después escribí unos breves ensayos sobre la vida y la muerte, que luego queme, porque me parecieron injustamente antipáticos con la vida.


Nunca, desde ese día, salí fuera de mi ciudad. Cuando alguna necesidad empresarial me llamaba, delegaba la responsabilidad a otros, que no me importo si fueron eficientes o no, solo quería deshacerme de aquellos deberes.


Viví la vida más desgraciada, incapaz de la felicidad, me destine involuntariamente a perdurar.


Culpe a Grace de todo, aunque la culpa fuera mía, por no superar los hechos. Culpe a Matilde, y después la perdone, cuando murió, porque el dolor de perderla nuevamente me hizo reaccionar. Desde su muerte reviví. Me interese en todo, hable con mucha gente, profese la humilde sabiduría literaria que me depararan los años a otros jóvenes, tan interesados. Hable incluso con él, y descubrí que ya no me molestaba su voz. Talvez porque esa voz, entonces, no fuera la que me había robado a Matilde, sino la que le había susurrado por mí aquellas palabras mágicas. Casi le agradecí oralmente, alguna vez.


Yo siempre medite sobre Grace, toda mi vida, y concluí ciertas suposiciones. Compare su vida y el dolor que me dio con el infinito, con el acto de dividir eternamente algo, y no lograr detenerse alguna vez, porque cada punto, por minúsculo que sea, es infinitamente divisible. Entendí que ese cuerpo se detendría en su contorno, que tenia un fin; pero no un principio. Asi fue mi dolor por Grace, ¿cuándo nació? Yo creo que existió desde siempre, antes de la creación de cualquier cosa, anterior a mí, al universo.


Solo hace unos días entendí que me unía a ella, cuando deje de verla y sentirla impropia.


En el cotidiano acto de recordar a Matilde comprendí. Ella siempre había querido tener una hija, y yo siempre postergue aquella concepción hasta que no fue necesario hacerla. Supe que en realidad Matilde había sufrido más que yo, porque me había perdido a mí y por eso toda la vida que pretendía y soñaba.


Asi concluí que negándole a Matilde nuestra hija, de algún modo el tiempo había mutado creando su muerte. Grace, acaso inexistente en otras memorias, fue la hija que con Matilde nunca tuvimos.


2009-09-24




Santiago Vega

jueves, 24 de septiembre de 2009

PLAGIO POP ART by Marinarrosa






Andy Warhol, fue un artista estadounidense nacido el 6 de agosto de 1928 y que falleció el 22 de febrero de 1987. Fue la figura más destacada del movimiento pop art.

Técnicamente son frecuentes los colores chillones, la factura impersonal, la repetición, la seriación, los recursos publicitarios y la reproducción mecánica.

Su finalidad parecía consistir en descubrir para el arte todo lo que hasta entonces había sido considerado indigno, rompiendo con ello todos los tabú


Mis estimados cofrades:

espero perdonen  mi audacia que conlleva  cierto "sense of humor" en mi primera incursión por este creativo blog donde he visto ya, talentosas realizaciones.Gracias

martes, 22 de septiembre de 2009

PLAGIO "Continuidad de los parques", de Julio Cortázar.

Por Rossana

Podría llamarse: "La línea roja" o algo así...

Había empezado a estudiar las posibilidades de su computadora con detenimiento. La había comprado unos días antes y tenía que admitir que estaba bajo el hechizo de sus herramientas. Sobre todo, eso de navegar por Internet, lo tenía cautivo. Esa tarde, después de terminar de colocar una cortina verde en la ventana de la cocina, por fin pudo poner a prueba sus habilidades con Google y Youtube, sentado frente a la ventana del estar, que daba al pozo de su edificio. En la pantalla del monitor vio que las encuestas auguraban la derogación de la ley de impunidad. Era una amarga victoria. Por más derogación que hubiera, él igual no iba a recuperar a su hija. Desde su ventana hubiera podido verla preparando la comida. Pero la ventana que se abría frente a la suya, separada y unida por el pozo de aire, estaba vacía, enmarcada en el recién estrenado verde de la cortina. Ya no podría verla peinarse con una mano, mientras hervía la leche y se hacía una vianda para irse corriendo a la facultad. Ese era, pues, el mejor momento de meterse en otro mundo. Arrellanado en su nueva silla giratoria, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el mouse, encantado como un niño con su lucecita roja. Parecía que sus sentidos se sometían gustosos a esta nueva búsqueda. Su memoria retenía sin esfuerzo los pasos que tenía que dar para llegar a concretar la descarga de un video. Hacía tiempo que quería verlo y había llegado por fin el momento. La línea roja empezaba a cargarse. La ilusión de esta visión lo sedujo enseguida. Las expresivas caras empezaron a aparecer ante sus ojos. Sus voces aún no se oían. Gozaba del placer de irse desgajando cuadro a cuadro de lo que lo rodeaba, y de sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el respaldo de la silla giratoria, que los cigarrillos estaban al alcance de la mano, que más allá de la ventana, el aire denso del pozo apenas podía mover las cortinas verdes. Por fin, la descarga finalizó y entonces, hasta el aire del pozo quedó detenido. Se dejó ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían sonido, color y movimiento. Pudo ser testigo de la última batalla de la protagonista. Primero entraba ella, abatida, empujada desde afuera. Después llegaba un hombre, no se le veía la cara. La mirada de la joven mujer se crispaba en su presencia. No se sabía si era miedo o coraje, a tal punto las emociones extremas se parecen. Sus manos arrugaban y desarrugaban su vestido blanco y rosa. En la mano del hombre había una tijera. Minuciosamente, cortaba el pelo de la mujer, sin preocuparse en absoluto por las simetrías, ni por los puntazos de la tijera sobre el cuello de la joven. El sonido chirriante y rítmico de la tijera era perfectamente audible. El torturador había venido a completar una ceremonia. Ella tenía en su piel los rastros de otra, pues la había sembrado de pequeñas fresas con la brasa de su cigarrillo. De pronto, la mirada del hombre pareció estar buscando otras sensaciones, otros rincones del cuerpo de la mujer. Sus palabras retumbaban en el cuarto vacío. Se vio que ella observaba el arma en la cintura de él. No traslucía sometimiento alguno. Y eso parecía excitar más al torturador. En primer plano, otra vez se veía el arma reglamentaria, brillante y negra y, al fondo, la cara de la joven y sus ojos dibujaban el deseo tomar el arma. Se escuchó un golpe en la puerta. El hombre se distrajo. Cuando quiso acordar, ella ya tenía el arma en las manos. La torre emitía una vibración lejana. La ventana del monitor titilaba. La línea roja marcaba el cincuenta por ciento de la descarga. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre.



Empezaba a anochecer. Sin mirar ya el cuerpo del hombre que yacía al fondo de la habitación, la jovencita se acercó a la puerta del cuarto, y asomó la cabeza. Debía seguir por la escalera que bajaba a su derecha. Desde el fondo de la habitación, él abrió la boca desgarrada por el balazo para gritar, pero ya no podía. Sus ojos casi muertos la vieron correr con el pelo suelto, hasta la escalera que la llevaría a la libertad. Ella bajó parapetándose en los descansos de la escalera. Salió a la vereda. Caminaba con pasos largos, gráciles, pero no corría. Su vestido de algodón blanco y rosa la hacía fácilmente divisable. De pronto, se detuvo. Subió los tres peldaños del hall de un edificio y entró. El portero no debía estar y no estaba. La puerta estaba abierta, tal como debía estar. Desde la sangre galopando en sus oídos la memoria enumeraba: primero venía una puerta descascarada, luego dos habitaciones. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta de la cocina. Una ventana. Un hombre sentado frente a un monitor. Los ojos de su hija, vestida de blanco y rosa, que lo miran a través del aire del pozo que ahora sí mueve como una bandera la cortina verde de la ventana de la cocina.



La línea roja llega a su fin.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Se vino con todo, el Gaucho Pâtarrajada

Aquí me pongo a plagiar


Al compás deste tecláu

Que el quianda desveláu

Por cuestione’ del insonio

Como loco ’el manicomio

Se siente desesperáu.



Pido al Bil Guéit y secuace’

Que ayuden mi pensamiento;

Les pido en este momento

Que voy a plagiar al Fierro

Que Güíndou no haga ni un yerro

Ni sufra de un colgamiento.



Vengan bitej milagroso’

Vengan todoj en mi ayuda.

Que loj dedo se me añundan

Y se me turba la vista;

Pido a Gúguel que me asista

En esta ocasión tan ruda.



Yo he visto a los plagiadore’

Con fama bien otenida

Y que dispué de alquirida

No reconocen su fuente;

Al meno’ yo soy decente:

Sin Fierro no tengo vida!



El Gaucho Patarrajada

jueves, 17 de septiembre de 2009

LA MATILDE - Plagio combinado

Por El Santi
No sé por qué el Jorge se pone así cuando le hablo de la Matilde. Debe ser porque le hablo por lo claro y le cuento detalles que él dice que son de mal gusto pero qué gracia tiene pasarse para la cueva una mina así y no contarle a nadie. Además él no la conoce pero como siempre, hace drama con todo. No puedo disimular más, cuando Ernesto me habla de Matilde, de las pecas que tiene en el coxis y los vellos rojizos entre los omóplatos que apenas se ven a contraluz, de cómo nunca se saca los zoquetes blancos de colegiala me jode, me jode porque me parece que no la respeta, que solamente la toma como una diversión pasajera, que esa mujer tiene algo más que esa carne blanca, húmeda y generosa que estoy seguro yo valoraría más y mejor que Ernesto y no se lo andaría contando a cualquiera. Hoy no le pensaba contar nada pero al final el loco me preguntó y bueno, al final le conté, él quería saber si la Matilde tenía la voz grave o aguda, si era tibia, si transpiraba, si le gustaba arriba, si gemía, si lloraba en los orgasmos no sé para qué me pregunta si después se hace el escandalizado y dice que lo mío no es digno, así lo dice, haciendo sonar mucho la g, que no es de caballero contar así los detalles, para mi el Jorge a pesar de ser del barrio es medio como pituco, de repente por la vieja que es maestra. No hago más que pensar en Matilde y sin embargo ese nombre nunca me gustó ese acento en el “ti” sin tilde pero formando parte de la palabra “tilde” que a su vez forma parte del nombre “Matilde” es como una redundancia de mal gusto y le da al nombre una cosa puntiaguda, de tía pacata y virgen o de monja, que no coincide con la imagen que tengo de ella por las palabras de Ernesto, debe ser esa “i” la que me molesta, eso como puntiagudo del nombre, pero igual me estoy enamorando y no quiero que él lo note, me pasan cosas increíbles cuando me la imagino, me imagino una risa infantil que te refresca y una voz un poco ronca y susurrante que te hipnotiza. Pero Ernesto nunca me habla de la risa o de la voz, ni de lo que piensa, ni una sola vez y tampoco de la mirada y cuando le pregunto por los ojos me dice que no sabe el color. No lo entiendo al Jorgito, cuando le dije loco no sabés lo que es esa mina que cuando me dijo que los viejos no estaban y que podíamos pasar la noche en la casa mandé todo a cagar y no me importó nada el examen de física al otro día no me voy a perder esa carne loco y el Jorgito puso cara de desprecio como si no se hubiera criado en el mismo barrio de mierda que yo y no hubiéramos hecho campeonatos de paja en el aserradero, siempre fue un poco mariconazo con la vieja metida en todo. No puede hablar así de una mujer, no puede, y menos de Matilde, no porque yo la conozca a Matilde, que no la conozco, me duele que Ernesto ande ventilando así detalles íntimos pero me doy cuenta de que quiero saber, es la única manera de sentirla cerca. Si este gil me vuelve a preguntar le invento, ya me di cuenta que se pone nervioso cuando le hablo del pelo tan largo que la cubre toda cuando está desnuda y se le mete entre las nalgas y yo voy apartando mechón a mechón con la lengua hasta que me encandila ese culo blanco palpitante y un poco transpirado, como Jorgito ahora. Tengo que reconocer que este reo sabe contar las cosas porque no puedo sacar a Matilde de mi mente, y a pesar de ser un ordinario, Ernesto maneja imágenes que me golpean y no puedo respirar. Cuando le dije que no podía ser que en una mujer viera solamente un culo enmarcado por una cabellera, que eso la cosificaba, me dijo que tenía razón, que también estaban las tetas. Hace días que no veo a la Matilde y es una lástima porque me hubiera gustado garchármela una vez más antes de irme a Buenos Aires a laburar con el Tito. El Jorgito como siempre, terrible pelotudo, no hace más que mirarme a los ojos como para que le cuente algo y está loco de la vida por que me voy y yo no entiendo lo que le pasa. Se va Ernesto y no voy a decir que no estoy contento, porque sí estoy contento, porque la situación ya era insostenible, porque Ernesto me intimida con su fuerza de macho grosero y básico y lo desprecio pero le tengo una envidia que duele como una quemadura de cigarrillo y me estaba costando dormir con los ojos y la cabeza llenos de las carnes blancas de Matilde y su falda cortita de cuero y su blusita estampada de flores celestes y amarillas. No, Ernesto nunca me habló de su ropa, siempre me la contó desnuda pero yo estoy seguro de que se viste así. Y también me persigue el olor, ese que no se puede describir, ese de cuando se empieza a ir el perfume del jabón y sale el otro, el de adentro y te marea y te quedarías para siempre con la cara metida en la caverna húmeda, ese olor ni dulce ni salado ni amargo que Ernesto no parecía percibir o por lo menos, nunca lo dijo. Ya hablé con el Walter para que me lo entretenga al Jorgito ahora que yo no voy a estar y cuando vuelva nos vamos a recagar de la risa, estoy seguro. El Jorge vive en una nube de pedo, no es malo el Jorge, pero cuando me enteré de que estudiaba el piano clásico me di cuenta de que no era como nosotros, yo no digo que sea puto, pero en el barrio, eso es raro, no los putos, que alguien estudie el piano. Y se ponga nervioso si le hablás de coger y esas cosas.
Cuando Ernesto se fue a trabajar a la Argentina Walter me llevó a la casa del Cordón un Viernes de Agosto y me presentó a Matilde y yo no lo puedo creer porque en cuanto nos vimos se apagó todo, los ruidos de los vasos de cerveza, la música de Jaime y las voces se fueron disolviendo y yo solamente veía la cara de Matilde de una nitidez cortante sobre el fondo desenfocado, como en esas fotos con poca profundidad de campo. A partir de ahí fuimos uno con Jorge y yo no sé que me vio, no le quise decir que era la primera vez que salía con alguien y él a veces estaba como descolocado y me miraba como si mirara otra cosa. Matilde es deliciosa como yo esperaba y antes me corto la lengua que contarle las historias de Ernesto, es el pasado y no me importa, como no me importa que se haya cortado el pelo y que tampoco mencione el pasado, seguro no sabe que yo conocí a Ernesto. Agradezco también que haya cortado radicalmente con su historia pasada hasta el punto de no usar ni la falda de cuero ni la blusa floreada. Cuando me mira, cuando mi Jorge me mira, me trasmite una paz y una alegría increíble, nunca pensé que un hombre estuviera así enamorado y me ha obligado a sentir lo mismo, juro que daría la vida por él y por eso no me extrañó que me pidiera para casarnos a sólo quince días de conocernos y le dije que sí. Ayer me pidió que me pusiera una pollera de cuero y yo le dije que no tengo y me sonrió de una manera tan rara burlona pero tierna. No puedo creer que ya hace una semana que nos casamos con Matilde. Busco las palabras para explicar lo que siento y no las encuentro. No hay mujer más dulce que Matilde. Ya no me molesta el sonido de su nombre y la felicidad que me produce su presencia me hace sentir que no me importaría morirme mañana. Ya se acaba la luna de miel y nobleza obliga, pienso que tendría que llamar a Ernesto a lo del Tito en Buenos Aires, para ser yo quién le diga que nos casamos. Aunque Ernesto no valore el gesto. No se puede creer pero el boludo del Jorge me acaba de llamar de Punta del Este para decirme que se casó con la Matilde, la que salía conmigo y yo le digo que no puede ser, que la Matilde está acá en Baires y el me dice que no, que está con él, y yo le digo que con qué Matilde te casaste y el nabo me dice con Matilde Da Costa y yo le digo pero la que salía conmigo es Matilde Iriarte y ahí el loco colgó sin decir nada más.
Duerme, ahora duerme, no puedo explicarle, no va a entender nada, pero no me puedo quedar un instante más, voy a hacer mi valija en silencio, espero encontrar pasaje, veo toda su fea vulgaridad dormida, la boca abierta el pecho transpirado, el pelo sin vida y un asco veteado de lástima me inunda.
______________________________________
Plagio combinado a "La señorita Cora" de Cortázar y "La familia Iriarte" de Benedetti.
El que haya leído ambos cuentos se dará ambas cuentas. O no.
El que no, que los vaya a leer.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

UN PLAGIO AL VIEJO J.T.G.

Este es un plagio viejo. Del 76. En esa época todos plagiábamos. Entonces agarré los pinceles, el compás aureo y una pared del living de mis viejos y me dispuse a pintar un Torres. De 2 m 1/2 x 2m 1/2 Pero no es una copia. Es un plagio. "A la manera de"

La fea mancha blanca es el agujero por donde entraba la chimenea de una salamandra.

Pongo esto mientras me baja el santo para escribir.
Abrazos a todos.

De Fenando Terreno- Otra más de Lorca.

Tardará mucho tiempo en volver, si es que vuelve
un novio así golpeado, con tanta mishiadura
comento sin jactancia, lo que otros reprimen
fué después de dar misa, que se tomó el olivo.

El original dice:

"Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace
Un andaluz tan claro, tan lleno de aventura..."

Plagio de Marisa Peña a un célebre poema de García Lorca

"No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre "
Lorca, Alma ausente






No te ha visto la noche enamorada
no te ha visto el deseo, ni la aurora
porque te has ido para siempre.



No me queda siquiera tu recuerdo,
no me sirve siquiera la esperanza,
porque te has ido para siempre.



No me puedo arrancar esta tristeza
que me taladra el alma y me deja vacía...
porque sé que te has ido para siempre.

martes, 15 de septiembre de 2009

El arrepentido



El olor del mate y del periódico.

El domingo y su tedio. Una mañana

pero no como las otras. En una página

su aviso inequívocamente insólito.

Algo le dice que le está vedado

vender la herencia de su bisabuelo

esa obra de arte del novecientos

que el paso del tiempo no ha gastado.

Sentado pensativo, sobre el mármol viejo

con flores azules y arabescos dorados.

siente sin asombro que es el de su antepasado

ese cansado rostro reflejado en el espejo.

El agua helada lo estremece y reconoce sus dones.

Soy Isidro Borge!-grita- y es mi trono este bidet

y hasta al final de mi vida , ahora ya lo sé

guardaré conmigo sus artificios y esplendores

Marple


Agradezco a JLB que se inspiró en este poema para escribir "Camden,1892" y al Santi, quien mencionó , en un ilustradísimo comentario, "El bidet de Borges"


lunes, 14 de septiembre de 2009

Poema LIII- Plagio de JUAN PASCUALERO

LIII



Volverán las claras palomas
de tu ventana los nidos a tejer,
y otra vez con las patas a tu casa
jugando llamarán;

pero aquellas que las plumas agitaban
tu peluca y mis postizos al mirar;
aquellas que metimos en el horno,
ésas..., ¡no volverán!

Volverán las tupidas espinacas
de tu huerto las guías a llenar
y también remolachas coloradas
y cebollas volverán;

pero aquellas que lavaste en la pileta
con amor, hipoclorito y mucho afán
aquellas que picaste muy finito
esas..., ¡no volverán!

Volverán de la cerveza los vapores
tu afiebrado cerebro a apaciguar
caipirinha,cachaça y much@ vodka
tal vez te calmarán;

pero el vino que hicimos con las patas
y nunca dejamos madurar
¡cincuenta litros de clarete!
Ésos..., ¡no volverán!

PLAGIO Nº 1 - de Andrea.


Primer plagio, en este caso pictórico.
Autora: Andrea

jueves, 10 de septiembre de 2009

ANÓTENSE!!!

Queda abierta aquí la convocatoria para postear plagios a cuentos famosos, de escritores también famosos.
Dejen un comentario aquí anotándose y les enviaremos por mail el usuario y la contraseña para crear entradas y hacer lo que se les antoje con el blog.
Por La Cofradía:
El Santi

Por ahora manifestaron su voluntad de sumarse a la propuesta ROSSANA y MISS MARPLE.