NUEVA PROPUESTA:


POEMAS FELICES

viernes, 25 de septiembre de 2009

De SANTIAGO V. Cuento al estilo de Borges.


viernes 25 de septiembre de 2009



Con esto espero poder participar en la cofradia (cuento al estilo de Borges)


No intentare esforzarme ahora en dar veracidad a lo que detallare, tras años de desveladas conjeturas he aprendido que algo llamado increible debe ser, por cierto, demasiado infrecuente como para ser entendido propiamente, asi que solo referiré la historia, y con vagas acotaciones, promoveré el entendimiento de mi zozobra.

No hay una palabra –o al menos yo no la conozco– que describa la propiedad de morir sin haber nacido. No, no hay. Si se conocen diversos términos para lo opuesto, para nacer y ser incapaz de morir. Yo no he dado en inventar una para llamar a este hombre que, inusitadamente, murió sin haber nacido.

El hecho sucedió, yo no sé bien cuando. Talvez no contara aun los treinta que ahora, desde mis ochenta, comprendo malgastados.

Alrededor de 1890, en esa década, cuando Matilde y yo aun paseábamos y nos tomábamos de las manos y nos hablábamos y nos reíamos, un dolor extraño nos acometió, una congoja insólita ganándonos como el humo al aire. Pronto supimos qué era; el dolor de haber perdido a alguien querido y cercano. Enseguida nos sobrevino la molestia de la incógnita, del desconocimiento. Los dos, en mutua confidencia, nos hablábamos de aquel sufrimiento y nos consolábamos si alguno recordaba –sin recordar– alguna actividad realizada con él que despertara la melancolía.

Es imposible comunicar lo que vivimos, en una dulce cofradía, nos consagramos en impensadas catarsis a llorar por una perdida incomprendida.

Desde que sentimos aquella pena impertinente hasta que decidimos actuar para calmarla, habrán pasado cuatro días. Cuatro días de molesto desconcierto, que no nos dejaba vislumbrar que nuestra soledad aumentaba el dolor.


No nos pareció muy insolente ir a velorios para comprobar si el contenido del féretro nos era familiar, no nos importo otra lectura que la de los obituarios, no nos fatigo inquirir a nuestros allegados sobre este dolor. Todo hicimos, en vano, la empresa fracasó.

Durante aproximadamente un año continué con aquel rutinario fervor, que se mantenía vivo en mí, por encontrar a ese hombre cuya muerte me dolía. Pero no en Matilde. Pronto me di cuenta de que ella ya lo había superado, y me había dejado atrás, batallando con la locura. Matilde me dejó. Ignoro cuanto tiempo pasó para que se relacionara con él. No importa, lo único vigente es su desaparición. Yo proseguí con aquella búsqueda, tres años enteros dedique a encontrar al hombre. A aquel ente que posteriormente descubrí mujer. Asi es. Al finalizar el tercer año leí todos los obituarios de todos los diarios de todo el mundo que se publicaron por aquellos días de la aparición de mi angustia, visite todas las tumbas de las Américas, y en una, en Canadá, encontré el nombre. Grace Louis Norton. El nombre me inquieto, primero porque no parecía canadiense, segundo, porque lo percibí fraterno, conocido, y por último que Grace era, también, el nombre de mi bisabuela (que había nacido en Estados Unidos.

Pronto investigue su vida, leí todo lo que figuraba sobre ella, que era media hoja en un diario de hacia cuatro años. Una noticia mencionaba sobre su espectacular muerte. En un accidente de transito Grace, de doce años, había quedado atrapada bajo un auto, que la estrello mientras caminaba sola por el sendero lateral a la carretera. Me reproche no haberla encontrado antes, no supe bien si hubiera querido salvarla o no, lo importante era haber estado durante su muerte.

Desde Canadá me pregunte si debía avisarle a Matilde. Solo cuando atravesaba a pie México la llame. Sentí el tono de marcar exhausto, cansado de mí, y de repente la voz hablo:


_¿Hola?


_...hola –dije, sin esperanzas.


_¿Qué?


_Se llamaba Grace. Era mujer.


_... –sentí una profunda exclamación en sus ideas, como si despertaran indóciles.


_Pensé... si querías, podríamos vernos.


_Lo pensaré. Después te llamo.


Colgó sin esperar mi palabra de despedida. Bajo esa desconsideración, acerté la idea de que nunca más hablaría con ella. Y eso me dolió.


No recuerdo bien lo que hice después. Talvez hayan pasado meses para que volviera a mi casa, talvez días. Lo único seguro es que encontrar ese nombre significaba mi cese definitivo, o bajo otra perspectiva; mi nueva vida. Había perdido vastos años en aquella empresa loca, ahora me encontraba libre, pero me sentías mas preso que nunca. Preso de la inercia, de la inacción; ahora que la había encontrado, no tenía otra cosa que hacer. No tenía que trabajar, porque mi padre me había heredado una cantidad considerable que, habiéndole gastado casi una sexta parte en las investigaciones, igual permanecía amplia.


No concebía ninguna recreación posible para mí, ningún arte para estudiar o ejercer, ninguna aventura que me sacara de aquel estado. Solo viví el ocio, asceta como nunca fui, perdure porque ni la muerte me seducía.


Algunos años después escribí unos breves ensayos sobre la vida y la muerte, que luego queme, porque me parecieron injustamente antipáticos con la vida.


Nunca, desde ese día, salí fuera de mi ciudad. Cuando alguna necesidad empresarial me llamaba, delegaba la responsabilidad a otros, que no me importo si fueron eficientes o no, solo quería deshacerme de aquellos deberes.


Viví la vida más desgraciada, incapaz de la felicidad, me destine involuntariamente a perdurar.


Culpe a Grace de todo, aunque la culpa fuera mía, por no superar los hechos. Culpe a Matilde, y después la perdone, cuando murió, porque el dolor de perderla nuevamente me hizo reaccionar. Desde su muerte reviví. Me interese en todo, hable con mucha gente, profese la humilde sabiduría literaria que me depararan los años a otros jóvenes, tan interesados. Hable incluso con él, y descubrí que ya no me molestaba su voz. Talvez porque esa voz, entonces, no fuera la que me había robado a Matilde, sino la que le había susurrado por mí aquellas palabras mágicas. Casi le agradecí oralmente, alguna vez.


Yo siempre medite sobre Grace, toda mi vida, y concluí ciertas suposiciones. Compare su vida y el dolor que me dio con el infinito, con el acto de dividir eternamente algo, y no lograr detenerse alguna vez, porque cada punto, por minúsculo que sea, es infinitamente divisible. Entendí que ese cuerpo se detendría en su contorno, que tenia un fin; pero no un principio. Asi fue mi dolor por Grace, ¿cuándo nació? Yo creo que existió desde siempre, antes de la creación de cualquier cosa, anterior a mí, al universo.


Solo hace unos días entendí que me unía a ella, cuando deje de verla y sentirla impropia.


En el cotidiano acto de recordar a Matilde comprendí. Ella siempre había querido tener una hija, y yo siempre postergue aquella concepción hasta que no fue necesario hacerla. Supe que en realidad Matilde había sufrido más que yo, porque me había perdido a mí y por eso toda la vida que pretendía y soñaba.


Asi concluí que negándole a Matilde nuestra hija, de algún modo el tiempo había mutado creando su muerte. Grace, acaso inexistente en otras memorias, fue la hija que con Matilde nunca tuvimos.


2009-09-24




Santiago Vega

4 comentarios:

Marple dijo...

Santiagovega:
pienso re leer varias veces tu cuento porque me gustó muchísimo.
Todavía no lo veo como un plagio, es decir no lo relaciono con ningún cuento en especial, pero percibo a través de las dos primeras lecturas tu fervor rutinario por la escritura.Es admirable cómo, a tu edad, escribes sobre un tema que es propio de un hombre maduro.

Te seguiré leyendo...

ro dijo...

Sencillamente brillante. Descubro el deseo de emular la escritura de Borges, pero el cuento es tuyo, todo tuyo, me parece y es brillante, profundo. Te da como una sensación de abismo. No sé explicar por qué. No hay caso, tas repasado de talento, Santiago. NO te para nadie!!!!!

Santiago Vega dijo...

nooooooooooooooooo, lo relei y tiene cada error, yo no se como publique esto, menos mal que nadie lo vera mas, cada error, cada incongruencia ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
mierda

miss marple dijo...

santiago:
tenés que decir como el Toto de mi cuento
-Mierda. La vida es una mierda y ahora cómo hago para decirles que no quiero pasar la posteridad con este cuento?

No seas tonto, todo esto es una gran broma y un juego para reirnos de nosotros mismos, o "por lo menos yo lo veo así" como dice un viejo comentarista de futbol.

un beso

PD) escribite otras incongruencias y publicalas, a mí me gustan ,(de pesadas solemnidades está harto el mundo)