NUEVA PROPUESTA:


POEMAS FELICES

sábado, 5 de diciembre de 2009

NOSTALGIA DEL PARAÍSO -by marple




..."y todos al final del año,
soñaréis con el paraíso de las vacaciones"
           Marple,cap12.vers.5



En qué tiempo, en qué siglo, en qué hermosa
noche de luna llena, en qué solsticio
de un ignoto verano, surgió la dichosa
certeza de que hubo y habrá un paraíso.

Como un jardín lo inventaron.  Artificio
cambiante, esquivo en sueños y arquetipos,
como  el río del tiempo. En el arduo camino
aparta las sombras haberlo conocido.

En alguna mágica noche de diciembre
aterrada por espejos, perdida en mi laberinto,
 en un instante, lo he sabido: arde siempre
en nosotros lo  precioso  que hemos perdido.

Hay un paraíso, y al ver mi propia historia,
es un libro, es un amor, que hay en mi memoria.



gracias a JLB por los favores recibidos:)




ESTE NO ES UN POEMA FELIZ, ES UN PLAGIO A BORGES, COMO ES EVIDENTE.


domingo, 8 de noviembre de 2009

Poemita zonzo a la anónima alegría de vivir

Por Goliardo

Primero, un reconocimiento público a Cármen-Medialuna, precursora en La Cofradía de los poemas felices, aunque fiel al espíritu plagiario del blog, el que suscribe, don Alejandro-Goliardo, haya plagiado la propuesta inconscientemente, mientras participaba en comentarios de bloses propios y amigos de una interesante disertación acerca de la poesía y el sufrimiento.
En segundo término, entonces, colaboro con algo que propuse y que ya pensé que no iba a ser capaz de hacer, por lo cual, aprovecho para compartir su contenido, ya que es el espíritu de esta Cofradía lo que hizo posible encontrar un tema feliz.
Y en tercer lugar, pido disculpas  a los cófrades por duplicar en Goliardos en la ruta este post, y compartir la dedicatoria, pero es que hace días tengo ganas de dedicarle algo a nuestra amiga Marisa Peña (dignísima cófrade), que lleve un pooo de primavera rioplatense a su otoño madrileño. Ojalá que así sea.


Somos gente del montón,
uno más del pasamanos,
con rostros descascarados,
que nunca máscaras son;
uno más de tantos ceros,
de la fila, de la lista,
auténticos desgarrados,
callados, pensantes, quedos,
metidos dentro de un sueño
silencioso e invisible;
ciegos, mudos, luminosos,
cuya chispa no traspasa
agujeros imposibles.


Somos nada entre la nada,
somos todo en nuestro mundo,
nos reímos de la muerte
y por dentro la lloramos,
abrazamos la belleza,
que nos da vuelta la cara.


Vamos oliendo, vamos mirando,
vamos gozando, vamos vibrando,
vamos ajenos, casi alienados,
vamos insulsos, vamos callados.


Fuimos los más raros de la clase,
somos los más nadies de la calle.


Y nos quejamos, somos amargos
y contagiamos nuestra amargura,
aunque una sola cosa es segura:
lo disfrutamos, nos divertimos,
y nos inquieta buscar la forma,
de gozar más de esta vida corta.


Sufrimos por los que sufren,
gozamos pequeñas glorias,
soñamos un mundo bueno,
para propios, para ajenos,
peleamos en mil batallas,
ardimos en mil hogueras,
y aunque vivimos cansados,
siempre estamos renaciendo.


Nuestros sueños son tan breves,
gigantesca es nuestra hazaña,
sabor del pequeño logro,
manjar de las emociones,
bebemos de las pasiones ,
sufrimos las decepciones;
relinchamos como potros
cuando sufre algún hermano,
y allí vamos, relucientes,
a sacarle sus gusanos.



Somos nadie, aunque sabemos
que en la nada siempre hay mucho,
nos gusta encontrar tesoros
ocultos en basurales,
nos sentamos en umbrales
a gozar de lo que pasa,
y a viajar por todo el mundo
en la puerta de tu casa.


Somos gente del montón,
uno más del pasamanos,
que vivimos con la euforia
de abrazarnos entre hermanos.








miércoles, 4 de noviembre de 2009

SONETO FELIZ, LIBIDINOSO Y DESLEAL y UN ANEXO ESCATOLÓGICO Y OCTOSILÁBICO.

Te lo cuento porque me ha sucedido
en una bella y radiante mañana
estar así, mirar como perdido,
y ver pasar el culo de tu hermana.

Vos pensarás que soy medio jodido
y que ando por hacer una macana
pero es que ya no puedo, no la olvido
y ya ha pasado más de una semana.

Ya sé, te he prometido lealtades
porque al final de cuentas, sos mi amigo,
pero debo decirte las verdades.

Y la verdad es que ya no me obligo
no puedo ya perder felicidades
me quedo con el culo y sin amigo.


 


ANEXO ESCATOLÓGICO

En un rincón escondido
de aqueste Montevideo
no sé por qué mierda veo
cada vez que ando perdido
un sorete pardo y feo
de un perro desconocido.


Y aunque haya sol o granizo
si de mis pasos me olvido
me pasa que no lo veo
a ese sorete jodido
y al final, siempre lo piso.


Yo vivo en Montevideo.

POEMITA FELIZ II

¿Quién es?

¿Quién llama?
¿Quién sacude la puerta
con sus manos rosadas?

¿Quién me viene a buscar
cuando me ve muy triste
recostada y hundida
mi cabeza en la almohada?

Tiene un paso liviano
y unos labios muy rojos
se sonríe de todo
no se entera de nada
lleva un vidrio rosado
para ver la verdad.

Y al pensar en el brillo
levemente dorado
que palpita en los ojos
de la Felicidad
me carcome la duda,
la cruel y eterna duda:

¿Será que está contenta
o que es medio boluda.?


CHE, QUE YO HAYA POSTEADO ESTO NO QUIERE DECIR QUE ABANDONEMOS LA TENIDA DEL POST ANTERIOR.
ESPERO APORTES, VAMO, A PONERSE LAS PILITAS...

POEMITA FELIZ- del Santi

qué maravilla amigos
qué alegría
mirar el cielo rojo y darnos cuenta
que las vértebras pueden todavía
desplazarse sin ruidos excesivos
levantando los ojos al poniente,
sin dolores al menos este día.

qué maravilla amigos
qué sublime
qué alegría brutal indescriptible
levantar ese niño con los brazos
lanzarlo hacia ese cielo despejado
confiando en que por una vez al menos
por alguna razón un poco extraña
no te duelan la próxima mañana
ni el culo ni los huesos
ni todas las pestañas.

reíd amigos
que hay que estar felices
aún no nos mató el aburrimiento
cantemos cual alegres Farinelli
y si andamos podridos de los bloses
podremos en el colmo de la dicha
ponernos a mirar al gran Tinelli.

jueves, 22 de octubre de 2009

LOS MEJORES DE LA RAZA (plagio de Marple)





No hay nada que
discutir
no hay nada que
olvidar
recordar
es triste
y
no es
triste
parece que la
cosa más
sensata
que una persona puede
hacer
es
llegar al domingo
veinticinco
con un sí en la
mano

Uruguay, octubre 2009




Charles Bukowski escribió :


Los mejores de la raza



No hay nada que
discutir
no hay nada que
recordar
no hay nada que
olvidar
es triste
y
no es
triste
parece que la
cosa más
sensata
que una persona puede
hacer
es
estar sentada
con una copa en la
mano


foto:http://www.fotolog.com/alguiendelsur/26359858

miércoles, 14 de octubre de 2009

La Santa Paz

 Plagio cruzado a El Sur, de Jorge Luis Borges y Lejana de Julio Cortázar, perpetrado por Goliardo.





El hombre que llegó a Buenos Aires en circunstancias algo misteriosas en 1942 se llamaba Angelos Malakis y había sido pastor de cabras en su isla natal, en Grecia, hasta que un confuso episodio de sangre lo trajo al otro hemisferio; en 2009 uno de sus nietos, Gregorio Malakis trabajaba como vendedor en una agencia de viajes que tenía su local sobre la avenida Córdoba y se sentía profundamente argentino. Siempre le habían dicho que las razones que empujaron al exilio a su abuelo paterno habían sido políticas. Por lo que sabía, su abuelo era partisano, alguien lo quiso entregar pero él lo supo y anticipó su escape ya planificado, aunque primero enfrentó al traidor para que no vendiera a más compañeros. El relato en este punto era confuso, se hablaba de un tumulto, una navaja, una herida mortal, la huída. Su abuelo materno, en cambio, había sido un modesto poeta de barrio, de aliento melancólico y cadencias lánguidas, que alguna vez había desfilado por las ahora amarillentas páginas de la Revista Sur, que su nieto conservaba como a un viejo talismán. En la discordia de sus linajes, Gregorio había optado alguna vez por seguir los pasos del antepasado poeta, aunque se obstinara en soñar siempre con buscar las raíces de su heroico pasado griego. Sus bosquejos abandonados en la juventud, estaban plagados de héroes homéricos y sombras mitológicas. Sus afanes, durante años, apuntaron a la búsqueda de un albur sistemático que lo llevara al reencuentro de sus raíces helénicas, que lo remontaban a la lejana tierra de Santorini. No se cansaba de aclarar que aunque el nombre sonara itálico, se trataba de una milenaria isla de las Cícladas, surcada por leyendas minoicas, cuna de una antigua civilización extinguida por la erupción de un volcán. Desde sus brumosos años de infancia había rastreado a esa isla con forma de media luna en los mapas, y había atesorado las imágenes de su acantilado multicolor cortado al medio miles de años atrás por la furia del dios Hefesto. El nombre es la resultante de un híbrido greco-latino:  el latino Santa unido a Irene, es decir, Paz en griego. Ese nombre ahora resonaba en sus sueños, al mismo tiempo que le evocaba recuerdos que no le eran propios. Él sabía que en lo alto de Thira, allá en Santorini, había un lugar que no había visto ni en s menoria, ni en fotografías ni en imágenes de ningún tipo, pero sin conocerlo, lo recordaba. Y si bien Gregorio no conocía la lengua griega, sabía que el cartel de la puerta de esa cantina decía “NTALIANA”, que se leía y pronunciaba Daliana, y que ese nombre significaba algo para él. En esa cantina del sueño había un hombre que bajaba la vista, un hombre que entraba y todos callaban y los ojos negros de una mujer. Ese falso recuerdo lo mordía, como si fuera una visión de su sangre, y quería llegar hasta allí, porque sabía que encontraría la clave de una historia que debía escribir. Por todo eso, desde hacía algún tiempo, a partir de los descuentos y ventajas económicas que le brindaba su trabajo, estudiaba cuidadosamente la posibilidad de viajar a buscar sus raíces, su historia, sus visiones. Y cuando finalmente parecía haber dado con la oportunidad justa, aconteció un hecho que pareció obligarlo a postergar su viaje, quizás definitivamente.
Aunque Gregorio sostuviera que los dioses siempre estaban de su lado, el destino, a quien ellos estaban sujetos, le dio una puñalada trapera. Al atardecer del mismodía en el que Gregorio recibió los pasajes y las reservas para su viaje a Grecia, mientras regresaba a su casa de Quilmes en su automóvil, otro vehículo lo cruzó en la autopista Buenos Aires - La Plata, perdiendo Gregorio el control de su vehículo para salirse del camino e impactar contra el guarda rail y traspasarlo, luego de un doble vuelco. Más allá de la gravedad del accidente, los dioses parecieron interceder ante el destino, y tras horas de bomberos, sierras y ambulancias, Gregorio fue rescatado con vida de entre los hierros retorcidos, con los pasajes y reservas intactos en su bolsillo. Todo lo que supo acerca de su indeseada procesión al hospital, y sobre sus primeros días de internación, le fue referido por los suyos, que se deshicieron en largas horas de vigilia, cadenas de rezos, y angustias que se explican en conversaciones breves entrecortadas por pausas para suspirar y buscar explicaciones que no se encuentran, o en cuidadosos mensajes de texto que a veces se acercan, por su gravedad, a lo monosilábico. Al cuarto día Malakis volvió de su viaje por ríos oscuros, y recuperó la conciencia cegado por los tubos fluorescentes de la habitación del hospital. El infierno recién empezaba, y los días restantes para el viaje, si bien eran aún lejanos, amenazaban ser devorados por el tiempo que demandaría la recuperación.
Durante las semanas siguientes, Gregorio vislumbró la frustración de su cautiverio hospitalario entre pesadillas de moribundo, al tiempo que escuchaba el inútil consuelo de familiares y amigos que le insistían con que no debía preocuparse por el viaje, que lo importante era que había salvado su vida de milagro. Cuando los médicos le hablaron de la operación en la cabeza para alivianar el hematoma del cráneo, Gregorio finalmente se olvidó del viaje, se entregó a los exámenes médicos previos a la operación, y simplemente se detuvo a pensar en el riesgo de emprender un último viaje, el que no conduce a ninguna parte más. Y Santorini quedó atrás, y quizás por eso los dioses decidieron premiarlo. Luego de días de fuego en el cuerpo y volcanes en la cabeza, de incisiones y de calmantes químicos que lo hicieron odiar su cuerpo débil de carne golpeada en cada rincón de su frágil geografía, de huesos de madera astillada, Gregorio se dispuso con sus últimas fuerzas a la operación, y entró al quirófano confiado, convencido de estar llevando a cabo el duelo heroico que le habían referido tantas veces, de su abuelo griego. Sintió el insulto, el desafío, la muerte traidora que quería entregar su vida miserablemente, y estaba dispuesto a darle batalla con gallardía. Y tal como lo soñó al transponer la puerta de la fría sala azulejada, tras una larga pelea, Gregorio Malakis saldría con vida, para reponerse, acompañado por los olímpicos favores de la ciencia médica, justo a tiempo como para emprender el vuelo a Santorini casi sin huellas de su nefasto accidente.
La excitación del viaje le impidió tomar conciencia de los momentos previos, y cuando se quiso acordar, casi sin saber cómo, se encontraba embarcando su vuelo en Ezeiza, despidiéndose confusa y apresuradamente de aquellos familiares y amigos que antes habían hecho una vigilia mucho más ingrata y angustiante que esta. Mientras esperaba en soledad que se asiente la borra del café a la turca que había pedido como último lujo exótico en una de las cafeterías del aeropuerto, de golpe se sintió transportado al escritorio de la agencia de viajes, que le había autorizado la licencia como parte del acuerdo con la aseguradora: hasta había tenido la suerte de que su accidente fuera considerado como laboral, por encontrarse volviendo a su domicilio. Se vio en la bruma de la rutina pasada, palpitando ese momento, y ahora estaba allí, volviendo de la muerte. Una plácida sensación de orgullo inflamó su pecho ansioso. Y al cabo de unos momentos, abordó el avión que lo llevaría a Atenas. Recuperó la calma en su butaca confortable, adonde despertó cuando una azafata, a la que en el primer momento de extravío confundió con una enfermera del hospital, le ofrecía una copa de champagne, gentileza de la línea aérea. Fue extraño el tener que rechazar la invitación, pero aún le pareció tener en la boca el sabor del uzo que había tomado en sueños en Daliana, en las alturas de Thira. El vuelo no fue tranquilo, aunque el avión parecía algo más viejo de lo que se suponía. Un comisario de a bordo de rasgos criollos le dijo que esos aviones ya estaban para el desguace, pero que ante la reducción de presupuesto, primero por la crisis de las compañías aéreas después del 11 de septiembre de 2001 y más tarde por la crisis internacional, todavía seguían volando y convenía mantenerlos antes que renovar la flota. El viaje transcurrió sin sobresaltos, y hasta incluso el día era tan límpido, que Gregorio llegó a divisar, feliz, la forma de medialuna de Santorini sobre el azul mapa aéreo del mar Egeo. Al llegar a Atenas un viejo ómnibus de los años ’40 lo llevó hasta El Pireo, adonde un catamarán de gran porte, que más parecía un acorazado reciclado de la Segunda Guerra Mundial, lo llevaría a Santorini. Grecia parecía detenida en el tiempo, como si hubiera estado esperándolo desde la partida de su abuelo.
A medida que el barco surcaba las aguas del vinoso ponto homérico rumbo a la isla anhelada, Gregorio, en la cubierta del viejo barco, dejaba ir a sus ojos absortos tras la huella de espuma, recordando las andanzas de Ulises por aquellos mares soñados, pero una amarga sensación de despedida lo arrebató de su mundo; de pronto tuvo la certeza de que nunca podría regresar a la poesía que alguna vez había cultivado para narrar todas esas experiencias, aunque más tarde se consoló pensando que en ocasiones el hombre no puede experimentar la poesía, sólo puede escribirla cuando los recuerdos se asientan como la borra del café a la turca. Y entonces pensó en que su historia, de alguna manera cerraría el círculo de la historia de su abuelo ¿Existiría aquella cantina de la que nunca le habían hablado, pero que él había visto en sueños? ¿Sería en Daliana donde su abuelo mató a aquél hombre? La historia le había sido narrada tantas veces, sin embargo, siempre algún detalle aparecía oscurecido. Gregorio estaba seguro de que el destino era simétrico, y él debía regresar para restaurar el equilibrio perdido con el precipitado destierro de su abuelo Angelos. Pensaba todo eso contemplando a la mitológica noche reflejada en la oscuridad cerrada del Egeo, en una calma pesada, expectante, anestesiada.
Lo había llevado al Pireo un viejo ómnibus, ahora era una vieja camioneta la que lo transportaba desde el puerto a las alturas de Thira. Descendió frente a un pequeño hotel detenido en el tiempo, tomó una habitación, dejó su equipaje, volvió a salir. Lo sorprendió el hecho de que todos los rostros que encontraba por el camino le resultaran familiares, y lo saludaran como a alguien conocido. Recordó la hospitalidad de los griegos de la que siempre se hablaba en su casa, y respondió complacido a cada uno de los gestos. Era increíble, pero todo se parecía a sus sueños, a sus falsos recuerdos, y sin dificultad, sus pasos lo llevaron hasta “NTALIANA”, donde reconoció el cartel, no sin cierto asombro. Al entrar, fue hacia el mostrador, balbuceó la palabra uzo, y el cantinero le respondió en un castellano atravesado en todas sus aristas por el griego. Luego de beber dos o tres vasos, Gregorio tuvo la sensación nítida de estar hablando en griego con el hombre, aunque algo extraño sucedía: entendía las palabras, pero no podía comprender exactamente por qué ese hombre decía lo que le decía. Gregorio escuchaba que le advertía que no tendría que haber vuelto, que él querría ayudarlo, pero que Kostas había jurado que volvería por él, y hasta incluso, Gregorio tuvo la clara sensación de que el hombre lo llamaba Señor Malakis. Y entonces lo vio entrar a Kostas, y pudo reconocerlo. La cantina enmudeció en un silencio blanco de nieve. El cantinero, además de callar, bajó la vista y se apartó de él como de un fantasma. Kostas se dirigió hacia Malakis con un odio reposado, medido y decidido. Gregorio avanzó, y una mano desconocida le puso una navaja abierta en la palma de su mano, que él tomó sin mirar quién se la alcanzaba. Entonces su mirada se apartó del odio de Kostas, porque encontró los ojos de Daliana, y vio la traición clavada en sus retinas (ella no lo ayudaría a huir), y mientras sentía la herida del puñal de Kostas en su vientre, sintió que su cabeza se astillaba en mil pedazos, mientras miraba los ojos de Daliana, que parecían pedir perdón desde otro mundo. Y en ese momento él, Angelos Malakis, comprendió que ya no habría Argentina para él, ni habría hijos ni nietos que contaran la historia, que quizás fuera Kostas quien huiría, y que no habría nadie que soñara un lugar que llevaba el nombre de la traidora, esa que ahora lo miraba con sus ojos negros profundos, como pidiendo disculpas por haberle tendido una trampa al tiempo, mientras Angelos soñaba en su último instante con aquella santa paz, que ya nunca encontraría.


Fotografía: Vista de Santorini desde las alturas de Thira, A.L., enero de 1994.

sábado, 10 de octubre de 2009

PUEDO ESCRIBIR LOS VERSOS...

DE CARMEN JIMÉNEZ (MEDIALUNA)

Siempre deseé que este poema de Neruda acabara bien. Pero desde el principio se siente la tristeza de la pérdida. Y ha llegado a hacerme sentir tan triste, que hoy agradezco a esta cofradía la oportunidad de plagiarlo a mi antojo y abrir una ventana a la esperanza. Y por supuesto contribuir con algo a este espacio amigo.

Un abrazo a todos los cofrades.



Puedo escribir los versos más felices este día.


Escribir, por ejemplo, el día está brillando

“y yo tirito, toda yo me estremezco.”



El viento del sur me envuelve y gime.


Puedo escribir los versos más felices este día.

Le quiero. Siempre le quise.


En los días como éste le tuve entre mis piernas.

Le besé los labios y su piel hasta el infinito.



Él también me quiere, estoy segura de ello.

Amó cada centímetro de mi cuerpo entregado.


Puedo escribir los versos más felices este día.

Pensar que siempre le tendré. Sentir que soy suya.



Oír el canto de los pájaros, los cantos de sirena.

Y derretirme en sus brazos como el sol derrite el rocío.



Qué importa que mi amor no pueda guardarlo siempre.

El día está brillante y él está conmigo.



Eso es todo. Puede que algun día se vaya de mi lado.

Mi alma se contenta con haberle conocido.



Cuando le llamo, me devuelve la llamada.

Cuando le pienso, sé que está conmigo.



Todas las noches que compartimos nuestro deseo

Más oculto.

Nosotros que nos amamos tanto, no podremos olvidarlo.



Siempre le quise, es cierto, y le sigo queriendo.

Mi voz susurra para tocar su oído.



Es mío, siempre será mío y de mis besos.

Su voz, su cuerpo, sus ojos infinitos.



Siempre le quise, es cierto, y le sigo queriendo.

Es tan grande mi amor que es imposible el olvido.



Porque en días como éste le tengo frente a mi

Mi alma siempre se alegrará de haberle conocido.



Porque estos son los versos de la esperanza

Y los primeros que le escribo tras mucho tiempo.

jueves, 8 de octubre de 2009

CONTINUIDAD DE LOS PATIOS (de MARPLE)


 Había empezado el tejido el domingo de mañana. Lo abandonó por todas esas cosas que había que hacer en la casa  y lo volvió a retomar después de la siesta, que era una grata costumbre en su vida solitaria. Al despertar había vuelto a tejer en la tranquilidad de la cocina, desde la que se divisaba el muro de las hortensias que la separaba de la vieja casa abandonada. Sentada en su mecedora, de espaldas al patio, para mirar de vez en cuando el reloj de la sala, pensó preocupada que  Nico no aparecía desde el viernes, ni sabía donde estaba. Distraída, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el ovillo rojo, y de pronto recordó lo que había soñado. Cerró por un momento los ojos y no quiso pensar en nada. Se entregó al placer de retomar los puntos y de deslizarlos de una aguja a otra con la alegría casi infantil de ir mezclando las lanas de colores, como indicaba  la revista que tenía sobre la falda. A cada rato volvía a mirar el reloj apoyando su cabeza en la manta que cubría el  respaldo. Sin darse cuenta, se fue dejando invadir por las imágenes del sueño que adquirían movimiento y colores como las lanas. En el  viejo patio de la casa abandonada, había visto un muchachito que  esperaba, inquieto, mirando para todos lados. Después llegaba el otro un poco más alto y con un gorro como el que le había tejido a Nico que casi le tapaba la cara. El más chico hablaba y hablaba y negaba con la cabeza, parecía asustado,  pero el otro, el que se parecía a Nico, lo detenía con palabras y miradas airadas. Los muchachos discutían y  ella miraba la escena aletargada, inmóvil, congelada por un frío que le recorría el alma. Del diálogo no recordaba ni una palabra, pero el odio de Nico, como una telaraña, llegaba hasta ella, la envolvía y  la amenazaba. Recordaba con horror esas cuerdas, las que ellos  enredaban en su cuerpo queriendo disuadirla para que hablara de una vez y dijera donde estaba la plata, y ella movía los labios y no salían las palabras, y cómo  la cegaba una mancha del mismo color del ovillo rojo del que ya no le quedaba casi nada. Todo era confuso, un dolor, un grito sofocado y un despertar agitado. Casi sin verla, retomando un punto que ya se le escapaba, encendió la lámpara.
    Sin pensarlo más, los dos saltaron el muro que separaba los patios. El muchachito debía caminar contra la hiedra que no se veía desde la ventana. Desde el muro de las hortensias, Nico lo vio deslizarse con la cuerda en la mano, entonces, comenzó a caminar despacio, evitando al perro viejo que nunca le ladraba. Lo tenía todo pensado. La  muchacha no estaba. Él había hablado con ella en la esquina. Estaba esperándolo en la moto robada, no se pensara ese mocoso que estaba incluido en la escapada. Se paró un instante entre los  geranios y malvones que florecían a ambos lados de la puerta siempre abierta de la cocina, y  en puntas de pie, entró. Se deslizó entre la mesa con el mantel azul, a  la derecha, y la alacena antigua a la izquierda, sobre una alfombra de yute  ya deteriorada. Sólo el tic tac del reloj que llegaba desde de la sala, y entonces la cuerda en las manos del otro y en las suyas la navaja, la  tenue luz de la lámpara, el alto respaldo de una mecedora, la cabeza inclinada de su abuela  tejiendo con varios colores de lana.



MARPLE

VERSIÓN PUEBLERINA DE "CONTINUIDAD DE LOS PARQUES" DE CORTÁZAR


miércoles, 7 de octubre de 2009

OTRO MÁS(by Amelie)

No sé si lo de hoy se puede considerar plagio. Es más bien la apropiación de una idea para una adaptación madrileña. En cualquier caso, ahí va. Espero que tanto Juan Gelman como Jaime Roos (al que le robé una ideíta) sepan entenderlo. A l@s demás, espero que disfruten...

HABANA-BAIRES
"Por andar dividido en dos me ocurre
una lucha, una guerra extraordinaria,
yo saludo a mis partes combatientes,
allí se den, se coman, se destrocen,
van y vuelven de pronto sin permiso,
sus estruendos conmueven a mis conciudadanos,
voy por la calle intervenido, absorto,
lleno de tiros, ayes, cicatrices,
mis pedazos flamean encendidos,
se odian mis mitades con fervor,
no habrán de hallar la paz sino en su polvo
de manifestación ya por la sombra".
(Juan Gelman)

MADRID-MONTEVIDEO

"Por estar rota en dos mitades pasa
este batallar constante, esta tensión permanente.
Miro desde mi balcón
un puerto que no existe, un mar que no huele,
tejados y antenas que frenan 
el aire que anuncia el temporal.
En la cuesta hacia el metro hoy pensé
que Carabanchel no era Ciudad Vieja
pero sonreí como si lo fuera.
Todo el mundo se estremece por el otoño,
pero la primavera sacude mis hormonas.
Cuerpo europeo con alma sudaca..."
(Amelie)

jueves, 1 de octubre de 2009

PERDÓN POR ANTICIPADO (by Amelie)

Después de mucho pensarlo, he decidido unirme a esta cofradía, pidiendo, por anticipado, todas las disculpas del mundo. No sólo me dedico a plagiar, sino que lo hago con mi admirada Idea Vilariño y la uno, porque así me lo pedía el cuerpo, a Joaquín Sabina. En fin, éste ha sido el resultado...

(Original)

"Como un disco acabado
que gira y gira y gira
ya sin música
empecinado y mudo
y olvidado.
Bueno
así"

(by Amelie)

"Como un libro cerrado
que espera y espera y espera
ya sin manos
callado y triste.
'Así estoy yo
sin ti'"

martes, 29 de septiembre de 2009

EL BOSQUE- Un plagio Alfred Elton Van Vogt





El Bosque

Hacía años que el hombre había abandonado el planeta, el bosque tenía una vaga memoria de él. La imagen se avivó cuando la pesada nave surcó el cielo. Tuvo plena conciencia que algo malo iba a pasarle, pero el recuerdo no se presentó de inmediato, recién cuando las primeras ramas se quebraron y el fuego de la nave comenzó el incendio, supo que el cohete ya había estado en él.
Tras años de crecimiento y aprendizaje, comenzó a apagar el incendio, hizo fluir cantidades enormes de sabia y controló la cicatriz ígnea de más de tres kilómetros de longitud, hasta el lugar en que la nave se detuvo
Su rabia fue en aumento y deseó aplastar a su agresor. Desarrolló raíces y ramas, para atraparla desde arriba y abajo, aumentó el tamaño de sus troncos estiró ramas; comenzó a encerrarla y a aplastar el duro metal.
La nave escupió fuego en todas direcciones, quemó y destruyó hasta más de cincuenta metros a su alrededor, el bosque enceguecido de rabia, miedo y dolor, empleó todas sus fuerzas en apagar y curar su cuerpo dañado.
Supo que hacer, en lo más profundo de sus raíces encontró una partícula, de un mineral impuro, la tomó y la hizo circular con su sabia, esta se unió a otra y a otra, en poco tiempo toneladas de mineral se fueron acumulando en torno a la nave. Las escotillas se abrieron y los hombres con rajes y escafandras salieron con sus enormes aspiradoras y en unas horas se llevaron su precioso cargamento de uranio 235.
Feliz de verse libre del intruso, acumuló el material brillante para tenerlo en reserva para cuando el mal regresara, el resultado fue previsible. Un a nube en forma de hongo destruyo una vasta zona de él mismo, y comprendió.
En su crecimiento sin límites, se encontró con un bosque que, al igual que él se estaba expandiendo, la lucha de raíces troncos y ramas, duró años. Hoy se encontraban en una tensa paz vigilante. Lo mismo le ocurrió cuando creció en sentido contrario y con otros bosques tuvo que luchar para conquistar nuevos territorios. Ahora sabía lo que tenía que hacer, en la frontera con el otro bosque acumuló aquel mineral y la explosión causó la destrucción de la línea de defensa, la colonizó y avanzó hasta encontrar una nueva resistencia, una nueva explosión le abrió el camino, continuó creciendo hasta que llegó al centro sensitivo del otro y lo destruyó por completo.
Entonces dirigió su ofensiva hacia el bosque de la otra frontera, repitió la explosión y avanzó, encontró resistencia y antes que pudiera acumular suficiente mineral un hongo de humo y fuego lo atacó. La explosión atómica del otro bosque, no la esperaba. Lucharon con explosiones atómicas hasta quedar casi destruidos los dos.
Sus victorias actuales se limitaban a rodear las naves de los hombres con el material brillante para librarse del agresor.

lunes, 28 de septiembre de 2009

DOMINGO A LA URUGUAYA (según Marple)





    El Toto se abalanza sobre  la Gladys que está rellenando una torta con dulce de leche  , la acorrala contra la heladera, y le dice con su mejor sonrisa seductora, a saber:
El Toto - Atrevete a afirmar que no soy flor de marido
La Gladys  - Vos sos el marido más mejor del barrio. .
El Toto -Más todavía.
 La Gladys - Sos el mejor marido del mundo y todas las vecinas me miran  verdes de envidia.
 El Toto - Atrevete a decir que te falta algo .
La Gladys - Negro!!! me regalaste la tele de 32 pulgadas, y te gastaste un platal en la excursión a las Termas.
 El Toto - Atrevete a decir si alguna vez en la cama contigo  he tenido mal olor en las medias, dale!
 La Gladys – Pero..te he dicho mil veces que me enloquecés con tu colonia Dotorselvy. 
Mierda. La vida es una mierda!!!-piensa cabizbajo el Toto-¿y ahora cómo le digo  a ésta que no voy al cumpleaños de mi suegra y me quedo mirando el Clásico?

Marple

El cuento plagiado es "Cóndor y cronopio" de Julio Cortázar


    Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia, a saber: Cóndor.-Atrévete a afirmar que no soy hermoso. Cronopio.-Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca. Cóndor.-Más todavía. Cronopio.-Usted es más hermoso que el ave del paraíso. Cóndor.-Atrévete a decir que no vuelo alto. Cronopio.-Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico. Cóndor.-Atrévete a decir que huelo mal. Cronopio.-Usted huele mejor que un litro entero de colonia jean-Marie Farina. Cóndor.-Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle un picotazo.


Imagen:
  
http://inusitatus.blogtv.com.mx/2008/02/13/hombre-pasa-29-horas-asistiendo-tv




viernes, 25 de septiembre de 2009

De SANTIAGO V. Cuento al estilo de Borges.


viernes 25 de septiembre de 2009



Con esto espero poder participar en la cofradia (cuento al estilo de Borges)


No intentare esforzarme ahora en dar veracidad a lo que detallare, tras años de desveladas conjeturas he aprendido que algo llamado increible debe ser, por cierto, demasiado infrecuente como para ser entendido propiamente, asi que solo referiré la historia, y con vagas acotaciones, promoveré el entendimiento de mi zozobra.

No hay una palabra –o al menos yo no la conozco– que describa la propiedad de morir sin haber nacido. No, no hay. Si se conocen diversos términos para lo opuesto, para nacer y ser incapaz de morir. Yo no he dado en inventar una para llamar a este hombre que, inusitadamente, murió sin haber nacido.

El hecho sucedió, yo no sé bien cuando. Talvez no contara aun los treinta que ahora, desde mis ochenta, comprendo malgastados.

Alrededor de 1890, en esa década, cuando Matilde y yo aun paseábamos y nos tomábamos de las manos y nos hablábamos y nos reíamos, un dolor extraño nos acometió, una congoja insólita ganándonos como el humo al aire. Pronto supimos qué era; el dolor de haber perdido a alguien querido y cercano. Enseguida nos sobrevino la molestia de la incógnita, del desconocimiento. Los dos, en mutua confidencia, nos hablábamos de aquel sufrimiento y nos consolábamos si alguno recordaba –sin recordar– alguna actividad realizada con él que despertara la melancolía.

Es imposible comunicar lo que vivimos, en una dulce cofradía, nos consagramos en impensadas catarsis a llorar por una perdida incomprendida.

Desde que sentimos aquella pena impertinente hasta que decidimos actuar para calmarla, habrán pasado cuatro días. Cuatro días de molesto desconcierto, que no nos dejaba vislumbrar que nuestra soledad aumentaba el dolor.


No nos pareció muy insolente ir a velorios para comprobar si el contenido del féretro nos era familiar, no nos importo otra lectura que la de los obituarios, no nos fatigo inquirir a nuestros allegados sobre este dolor. Todo hicimos, en vano, la empresa fracasó.

Durante aproximadamente un año continué con aquel rutinario fervor, que se mantenía vivo en mí, por encontrar a ese hombre cuya muerte me dolía. Pero no en Matilde. Pronto me di cuenta de que ella ya lo había superado, y me había dejado atrás, batallando con la locura. Matilde me dejó. Ignoro cuanto tiempo pasó para que se relacionara con él. No importa, lo único vigente es su desaparición. Yo proseguí con aquella búsqueda, tres años enteros dedique a encontrar al hombre. A aquel ente que posteriormente descubrí mujer. Asi es. Al finalizar el tercer año leí todos los obituarios de todos los diarios de todo el mundo que se publicaron por aquellos días de la aparición de mi angustia, visite todas las tumbas de las Américas, y en una, en Canadá, encontré el nombre. Grace Louis Norton. El nombre me inquieto, primero porque no parecía canadiense, segundo, porque lo percibí fraterno, conocido, y por último que Grace era, también, el nombre de mi bisabuela (que había nacido en Estados Unidos.

Pronto investigue su vida, leí todo lo que figuraba sobre ella, que era media hoja en un diario de hacia cuatro años. Una noticia mencionaba sobre su espectacular muerte. En un accidente de transito Grace, de doce años, había quedado atrapada bajo un auto, que la estrello mientras caminaba sola por el sendero lateral a la carretera. Me reproche no haberla encontrado antes, no supe bien si hubiera querido salvarla o no, lo importante era haber estado durante su muerte.

Desde Canadá me pregunte si debía avisarle a Matilde. Solo cuando atravesaba a pie México la llame. Sentí el tono de marcar exhausto, cansado de mí, y de repente la voz hablo:


_¿Hola?


_...hola –dije, sin esperanzas.


_¿Qué?


_Se llamaba Grace. Era mujer.


_... –sentí una profunda exclamación en sus ideas, como si despertaran indóciles.


_Pensé... si querías, podríamos vernos.


_Lo pensaré. Después te llamo.


Colgó sin esperar mi palabra de despedida. Bajo esa desconsideración, acerté la idea de que nunca más hablaría con ella. Y eso me dolió.


No recuerdo bien lo que hice después. Talvez hayan pasado meses para que volviera a mi casa, talvez días. Lo único seguro es que encontrar ese nombre significaba mi cese definitivo, o bajo otra perspectiva; mi nueva vida. Había perdido vastos años en aquella empresa loca, ahora me encontraba libre, pero me sentías mas preso que nunca. Preso de la inercia, de la inacción; ahora que la había encontrado, no tenía otra cosa que hacer. No tenía que trabajar, porque mi padre me había heredado una cantidad considerable que, habiéndole gastado casi una sexta parte en las investigaciones, igual permanecía amplia.


No concebía ninguna recreación posible para mí, ningún arte para estudiar o ejercer, ninguna aventura que me sacara de aquel estado. Solo viví el ocio, asceta como nunca fui, perdure porque ni la muerte me seducía.


Algunos años después escribí unos breves ensayos sobre la vida y la muerte, que luego queme, porque me parecieron injustamente antipáticos con la vida.


Nunca, desde ese día, salí fuera de mi ciudad. Cuando alguna necesidad empresarial me llamaba, delegaba la responsabilidad a otros, que no me importo si fueron eficientes o no, solo quería deshacerme de aquellos deberes.


Viví la vida más desgraciada, incapaz de la felicidad, me destine involuntariamente a perdurar.


Culpe a Grace de todo, aunque la culpa fuera mía, por no superar los hechos. Culpe a Matilde, y después la perdone, cuando murió, porque el dolor de perderla nuevamente me hizo reaccionar. Desde su muerte reviví. Me interese en todo, hable con mucha gente, profese la humilde sabiduría literaria que me depararan los años a otros jóvenes, tan interesados. Hable incluso con él, y descubrí que ya no me molestaba su voz. Talvez porque esa voz, entonces, no fuera la que me había robado a Matilde, sino la que le había susurrado por mí aquellas palabras mágicas. Casi le agradecí oralmente, alguna vez.


Yo siempre medite sobre Grace, toda mi vida, y concluí ciertas suposiciones. Compare su vida y el dolor que me dio con el infinito, con el acto de dividir eternamente algo, y no lograr detenerse alguna vez, porque cada punto, por minúsculo que sea, es infinitamente divisible. Entendí que ese cuerpo se detendría en su contorno, que tenia un fin; pero no un principio. Asi fue mi dolor por Grace, ¿cuándo nació? Yo creo que existió desde siempre, antes de la creación de cualquier cosa, anterior a mí, al universo.


Solo hace unos días entendí que me unía a ella, cuando deje de verla y sentirla impropia.


En el cotidiano acto de recordar a Matilde comprendí. Ella siempre había querido tener una hija, y yo siempre postergue aquella concepción hasta que no fue necesario hacerla. Supe que en realidad Matilde había sufrido más que yo, porque me había perdido a mí y por eso toda la vida que pretendía y soñaba.


Asi concluí que negándole a Matilde nuestra hija, de algún modo el tiempo había mutado creando su muerte. Grace, acaso inexistente en otras memorias, fue la hija que con Matilde nunca tuvimos.


2009-09-24




Santiago Vega

jueves, 24 de septiembre de 2009

PLAGIO POP ART by Marinarrosa






Andy Warhol, fue un artista estadounidense nacido el 6 de agosto de 1928 y que falleció el 22 de febrero de 1987. Fue la figura más destacada del movimiento pop art.

Técnicamente son frecuentes los colores chillones, la factura impersonal, la repetición, la seriación, los recursos publicitarios y la reproducción mecánica.

Su finalidad parecía consistir en descubrir para el arte todo lo que hasta entonces había sido considerado indigno, rompiendo con ello todos los tabú


Mis estimados cofrades:

espero perdonen  mi audacia que conlleva  cierto "sense of humor" en mi primera incursión por este creativo blog donde he visto ya, talentosas realizaciones.Gracias

martes, 22 de septiembre de 2009

PLAGIO "Continuidad de los parques", de Julio Cortázar.

Por Rossana

Podría llamarse: "La línea roja" o algo así...

Había empezado a estudiar las posibilidades de su computadora con detenimiento. La había comprado unos días antes y tenía que admitir que estaba bajo el hechizo de sus herramientas. Sobre todo, eso de navegar por Internet, lo tenía cautivo. Esa tarde, después de terminar de colocar una cortina verde en la ventana de la cocina, por fin pudo poner a prueba sus habilidades con Google y Youtube, sentado frente a la ventana del estar, que daba al pozo de su edificio. En la pantalla del monitor vio que las encuestas auguraban la derogación de la ley de impunidad. Era una amarga victoria. Por más derogación que hubiera, él igual no iba a recuperar a su hija. Desde su ventana hubiera podido verla preparando la comida. Pero la ventana que se abría frente a la suya, separada y unida por el pozo de aire, estaba vacía, enmarcada en el recién estrenado verde de la cortina. Ya no podría verla peinarse con una mano, mientras hervía la leche y se hacía una vianda para irse corriendo a la facultad. Ese era, pues, el mejor momento de meterse en otro mundo. Arrellanado en su nueva silla giratoria, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el mouse, encantado como un niño con su lucecita roja. Parecía que sus sentidos se sometían gustosos a esta nueva búsqueda. Su memoria retenía sin esfuerzo los pasos que tenía que dar para llegar a concretar la descarga de un video. Hacía tiempo que quería verlo y había llegado por fin el momento. La línea roja empezaba a cargarse. La ilusión de esta visión lo sedujo enseguida. Las expresivas caras empezaron a aparecer ante sus ojos. Sus voces aún no se oían. Gozaba del placer de irse desgajando cuadro a cuadro de lo que lo rodeaba, y de sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el respaldo de la silla giratoria, que los cigarrillos estaban al alcance de la mano, que más allá de la ventana, el aire denso del pozo apenas podía mover las cortinas verdes. Por fin, la descarga finalizó y entonces, hasta el aire del pozo quedó detenido. Se dejó ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían sonido, color y movimiento. Pudo ser testigo de la última batalla de la protagonista. Primero entraba ella, abatida, empujada desde afuera. Después llegaba un hombre, no se le veía la cara. La mirada de la joven mujer se crispaba en su presencia. No se sabía si era miedo o coraje, a tal punto las emociones extremas se parecen. Sus manos arrugaban y desarrugaban su vestido blanco y rosa. En la mano del hombre había una tijera. Minuciosamente, cortaba el pelo de la mujer, sin preocuparse en absoluto por las simetrías, ni por los puntazos de la tijera sobre el cuello de la joven. El sonido chirriante y rítmico de la tijera era perfectamente audible. El torturador había venido a completar una ceremonia. Ella tenía en su piel los rastros de otra, pues la había sembrado de pequeñas fresas con la brasa de su cigarrillo. De pronto, la mirada del hombre pareció estar buscando otras sensaciones, otros rincones del cuerpo de la mujer. Sus palabras retumbaban en el cuarto vacío. Se vio que ella observaba el arma en la cintura de él. No traslucía sometimiento alguno. Y eso parecía excitar más al torturador. En primer plano, otra vez se veía el arma reglamentaria, brillante y negra y, al fondo, la cara de la joven y sus ojos dibujaban el deseo tomar el arma. Se escuchó un golpe en la puerta. El hombre se distrajo. Cuando quiso acordar, ella ya tenía el arma en las manos. La torre emitía una vibración lejana. La ventana del monitor titilaba. La línea roja marcaba el cincuenta por ciento de la descarga. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre.



Empezaba a anochecer. Sin mirar ya el cuerpo del hombre que yacía al fondo de la habitación, la jovencita se acercó a la puerta del cuarto, y asomó la cabeza. Debía seguir por la escalera que bajaba a su derecha. Desde el fondo de la habitación, él abrió la boca desgarrada por el balazo para gritar, pero ya no podía. Sus ojos casi muertos la vieron correr con el pelo suelto, hasta la escalera que la llevaría a la libertad. Ella bajó parapetándose en los descansos de la escalera. Salió a la vereda. Caminaba con pasos largos, gráciles, pero no corría. Su vestido de algodón blanco y rosa la hacía fácilmente divisable. De pronto, se detuvo. Subió los tres peldaños del hall de un edificio y entró. El portero no debía estar y no estaba. La puerta estaba abierta, tal como debía estar. Desde la sangre galopando en sus oídos la memoria enumeraba: primero venía una puerta descascarada, luego dos habitaciones. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta de la cocina. Una ventana. Un hombre sentado frente a un monitor. Los ojos de su hija, vestida de blanco y rosa, que lo miran a través del aire del pozo que ahora sí mueve como una bandera la cortina verde de la ventana de la cocina.



La línea roja llega a su fin.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Se vino con todo, el Gaucho Pâtarrajada

Aquí me pongo a plagiar


Al compás deste tecláu

Que el quianda desveláu

Por cuestione’ del insonio

Como loco ’el manicomio

Se siente desesperáu.



Pido al Bil Guéit y secuace’

Que ayuden mi pensamiento;

Les pido en este momento

Que voy a plagiar al Fierro

Que Güíndou no haga ni un yerro

Ni sufra de un colgamiento.



Vengan bitej milagroso’

Vengan todoj en mi ayuda.

Que loj dedo se me añundan

Y se me turba la vista;

Pido a Gúguel que me asista

En esta ocasión tan ruda.



Yo he visto a los plagiadore’

Con fama bien otenida

Y que dispué de alquirida

No reconocen su fuente;

Al meno’ yo soy decente:

Sin Fierro no tengo vida!



El Gaucho Patarrajada

jueves, 17 de septiembre de 2009

LA MATILDE - Plagio combinado

Por El Santi
No sé por qué el Jorge se pone así cuando le hablo de la Matilde. Debe ser porque le hablo por lo claro y le cuento detalles que él dice que son de mal gusto pero qué gracia tiene pasarse para la cueva una mina así y no contarle a nadie. Además él no la conoce pero como siempre, hace drama con todo. No puedo disimular más, cuando Ernesto me habla de Matilde, de las pecas que tiene en el coxis y los vellos rojizos entre los omóplatos que apenas se ven a contraluz, de cómo nunca se saca los zoquetes blancos de colegiala me jode, me jode porque me parece que no la respeta, que solamente la toma como una diversión pasajera, que esa mujer tiene algo más que esa carne blanca, húmeda y generosa que estoy seguro yo valoraría más y mejor que Ernesto y no se lo andaría contando a cualquiera. Hoy no le pensaba contar nada pero al final el loco me preguntó y bueno, al final le conté, él quería saber si la Matilde tenía la voz grave o aguda, si era tibia, si transpiraba, si le gustaba arriba, si gemía, si lloraba en los orgasmos no sé para qué me pregunta si después se hace el escandalizado y dice que lo mío no es digno, así lo dice, haciendo sonar mucho la g, que no es de caballero contar así los detalles, para mi el Jorge a pesar de ser del barrio es medio como pituco, de repente por la vieja que es maestra. No hago más que pensar en Matilde y sin embargo ese nombre nunca me gustó ese acento en el “ti” sin tilde pero formando parte de la palabra “tilde” que a su vez forma parte del nombre “Matilde” es como una redundancia de mal gusto y le da al nombre una cosa puntiaguda, de tía pacata y virgen o de monja, que no coincide con la imagen que tengo de ella por las palabras de Ernesto, debe ser esa “i” la que me molesta, eso como puntiagudo del nombre, pero igual me estoy enamorando y no quiero que él lo note, me pasan cosas increíbles cuando me la imagino, me imagino una risa infantil que te refresca y una voz un poco ronca y susurrante que te hipnotiza. Pero Ernesto nunca me habla de la risa o de la voz, ni de lo que piensa, ni una sola vez y tampoco de la mirada y cuando le pregunto por los ojos me dice que no sabe el color. No lo entiendo al Jorgito, cuando le dije loco no sabés lo que es esa mina que cuando me dijo que los viejos no estaban y que podíamos pasar la noche en la casa mandé todo a cagar y no me importó nada el examen de física al otro día no me voy a perder esa carne loco y el Jorgito puso cara de desprecio como si no se hubiera criado en el mismo barrio de mierda que yo y no hubiéramos hecho campeonatos de paja en el aserradero, siempre fue un poco mariconazo con la vieja metida en todo. No puede hablar así de una mujer, no puede, y menos de Matilde, no porque yo la conozca a Matilde, que no la conozco, me duele que Ernesto ande ventilando así detalles íntimos pero me doy cuenta de que quiero saber, es la única manera de sentirla cerca. Si este gil me vuelve a preguntar le invento, ya me di cuenta que se pone nervioso cuando le hablo del pelo tan largo que la cubre toda cuando está desnuda y se le mete entre las nalgas y yo voy apartando mechón a mechón con la lengua hasta que me encandila ese culo blanco palpitante y un poco transpirado, como Jorgito ahora. Tengo que reconocer que este reo sabe contar las cosas porque no puedo sacar a Matilde de mi mente, y a pesar de ser un ordinario, Ernesto maneja imágenes que me golpean y no puedo respirar. Cuando le dije que no podía ser que en una mujer viera solamente un culo enmarcado por una cabellera, que eso la cosificaba, me dijo que tenía razón, que también estaban las tetas. Hace días que no veo a la Matilde y es una lástima porque me hubiera gustado garchármela una vez más antes de irme a Buenos Aires a laburar con el Tito. El Jorgito como siempre, terrible pelotudo, no hace más que mirarme a los ojos como para que le cuente algo y está loco de la vida por que me voy y yo no entiendo lo que le pasa. Se va Ernesto y no voy a decir que no estoy contento, porque sí estoy contento, porque la situación ya era insostenible, porque Ernesto me intimida con su fuerza de macho grosero y básico y lo desprecio pero le tengo una envidia que duele como una quemadura de cigarrillo y me estaba costando dormir con los ojos y la cabeza llenos de las carnes blancas de Matilde y su falda cortita de cuero y su blusita estampada de flores celestes y amarillas. No, Ernesto nunca me habló de su ropa, siempre me la contó desnuda pero yo estoy seguro de que se viste así. Y también me persigue el olor, ese que no se puede describir, ese de cuando se empieza a ir el perfume del jabón y sale el otro, el de adentro y te marea y te quedarías para siempre con la cara metida en la caverna húmeda, ese olor ni dulce ni salado ni amargo que Ernesto no parecía percibir o por lo menos, nunca lo dijo. Ya hablé con el Walter para que me lo entretenga al Jorgito ahora que yo no voy a estar y cuando vuelva nos vamos a recagar de la risa, estoy seguro. El Jorge vive en una nube de pedo, no es malo el Jorge, pero cuando me enteré de que estudiaba el piano clásico me di cuenta de que no era como nosotros, yo no digo que sea puto, pero en el barrio, eso es raro, no los putos, que alguien estudie el piano. Y se ponga nervioso si le hablás de coger y esas cosas.
Cuando Ernesto se fue a trabajar a la Argentina Walter me llevó a la casa del Cordón un Viernes de Agosto y me presentó a Matilde y yo no lo puedo creer porque en cuanto nos vimos se apagó todo, los ruidos de los vasos de cerveza, la música de Jaime y las voces se fueron disolviendo y yo solamente veía la cara de Matilde de una nitidez cortante sobre el fondo desenfocado, como en esas fotos con poca profundidad de campo. A partir de ahí fuimos uno con Jorge y yo no sé que me vio, no le quise decir que era la primera vez que salía con alguien y él a veces estaba como descolocado y me miraba como si mirara otra cosa. Matilde es deliciosa como yo esperaba y antes me corto la lengua que contarle las historias de Ernesto, es el pasado y no me importa, como no me importa que se haya cortado el pelo y que tampoco mencione el pasado, seguro no sabe que yo conocí a Ernesto. Agradezco también que haya cortado radicalmente con su historia pasada hasta el punto de no usar ni la falda de cuero ni la blusa floreada. Cuando me mira, cuando mi Jorge me mira, me trasmite una paz y una alegría increíble, nunca pensé que un hombre estuviera así enamorado y me ha obligado a sentir lo mismo, juro que daría la vida por él y por eso no me extrañó que me pidiera para casarnos a sólo quince días de conocernos y le dije que sí. Ayer me pidió que me pusiera una pollera de cuero y yo le dije que no tengo y me sonrió de una manera tan rara burlona pero tierna. No puedo creer que ya hace una semana que nos casamos con Matilde. Busco las palabras para explicar lo que siento y no las encuentro. No hay mujer más dulce que Matilde. Ya no me molesta el sonido de su nombre y la felicidad que me produce su presencia me hace sentir que no me importaría morirme mañana. Ya se acaba la luna de miel y nobleza obliga, pienso que tendría que llamar a Ernesto a lo del Tito en Buenos Aires, para ser yo quién le diga que nos casamos. Aunque Ernesto no valore el gesto. No se puede creer pero el boludo del Jorge me acaba de llamar de Punta del Este para decirme que se casó con la Matilde, la que salía conmigo y yo le digo que no puede ser, que la Matilde está acá en Baires y el me dice que no, que está con él, y yo le digo que con qué Matilde te casaste y el nabo me dice con Matilde Da Costa y yo le digo pero la que salía conmigo es Matilde Iriarte y ahí el loco colgó sin decir nada más.
Duerme, ahora duerme, no puedo explicarle, no va a entender nada, pero no me puedo quedar un instante más, voy a hacer mi valija en silencio, espero encontrar pasaje, veo toda su fea vulgaridad dormida, la boca abierta el pecho transpirado, el pelo sin vida y un asco veteado de lástima me inunda.
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Plagio combinado a "La señorita Cora" de Cortázar y "La familia Iriarte" de Benedetti.
El que haya leído ambos cuentos se dará ambas cuentas. O no.
El que no, que los vaya a leer.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

UN PLAGIO AL VIEJO J.T.G.

Este es un plagio viejo. Del 76. En esa época todos plagiábamos. Entonces agarré los pinceles, el compás aureo y una pared del living de mis viejos y me dispuse a pintar un Torres. De 2 m 1/2 x 2m 1/2 Pero no es una copia. Es un plagio. "A la manera de"

La fea mancha blanca es el agujero por donde entraba la chimenea de una salamandra.

Pongo esto mientras me baja el santo para escribir.
Abrazos a todos.

De Fenando Terreno- Otra más de Lorca.

Tardará mucho tiempo en volver, si es que vuelve
un novio así golpeado, con tanta mishiadura
comento sin jactancia, lo que otros reprimen
fué después de dar misa, que se tomó el olivo.

El original dice:

"Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace
Un andaluz tan claro, tan lleno de aventura..."